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Aquellas cuya fuente reside en fenómenos
de la naturaleza, procesos o materiales
susceptibles de ser transformados en
energía aprovechable por el ser humano,
que se regeneran naturalmente, por lo
que se encuentran disponibles de forma
continua o periódica, y que al ser genera-
das no liberan emisiones contaminantes.
Así, se consideran energías limpias y
renovables: el viento, la radiación solar,
centrales hidroeléctricas con una capacidad
menor o igual a 30 MW), la energía oceánica,
el calor de los yacimientos geotérmicos
y los bioenergéticos (combustibles
obtenidos de la biomasa provenientes de
materia orgánica) (LIE, Artículo 3, XXII;
LTE, Artículo 3, XVI). Cabe añadir que la
LIE también considera energía limpia a la
nuclear y a la que se produzca en centrales
de cogeneración y térmicas que controlen
sus emisiones —particularmente, las de
dióxido de carbono a la atmósfera— y
residuos (LIE, Artículo 3, XXII).
que al concentrarse en las emisiones y
residuos descuidan, a pesar de su enfoque
ambiental, otros impactos del aprovecha-
miento de estas fuentes energéticas, como
la alteración o destrucción de ecosistemas
y el daño a especies y la biodiversidad
Rehbein et al., 2020; Vega & Ramírez, 2014).
Si bien las energías renovables se regeneran
naturalmente, continua o periódicamen-
te, no se percibe en general, incluyendo
estudios y propuestas con enfoque ecologis-
taespacial (Droege, 2018; Lin et al., 2018),
un requisito necesario para su aprovecha-
miento: la disponibilidad de suelo. No sólo
es un asunto ambiental, sino territorial.
La cuestión energética se ha discutido
ingenieriles (tecnológicos), económicos
y ambientales, ha faltado la perspectiva
demostrar con la visión optimista sobre
la transición que se esbozó al concluir el
siglo XX, la cual conformó el paradigma
Fernando Alba, exdirector del Instituto
Nacional de Energía Nuclear (hoy Instituto
Nacional de Investigaciones Nucleares),
analizó alternativas al uso de los hidrocar-
buros pensando en el futuro (hacia 2025),
donde destacó, junto a la energía nuclear y
el carbón, el potencial de la energía solar,
ya que está disponible en grandes áreas
del planeta “en cantidades inagotables”.
Calculó que “Una suma de áreas semiáridas
todas las necesidades energéticas de México”
(Alba, 1997, pág. 153). Este enfoque también lo
expuso Naciones Unidas y el Consejo Mundial
hubiese satisfecho la demanda de electricidad
del mundo; alrededor del 1 por ciento del área
desértica de la Tierra ocupada por plantas
et al., 2000, págs. 237, 243).
la demanda de energía es aparentemente
almacenamiento de la energía a través de
acumuladores eléctricos y de hidrógeno,
e incluso usando el gas natural como
variación en el tiempo (Alba, 1997, pág.
147), esto es, su intermitencia. En realidad,
esos gigantescos cuadrados solares no
URBANISMO
Páez, A.: TRANSICIÓN ENERGÉTICA Y USO DEL SUELO: CRÍTICA A LA ESTRATEGIA NACIONAL DE
ORDENAMIENTO TERRITORIAL (MÉXICO)